¿Te gustaría tener menos antojos, más energía, más control de tu cuerpo, menos cansancio acumulado, menos stress, menos grasa abdominal, inclusive menos peso? Queremos decirte que sí se puede! Y que es más fácil de lo que crees.

Hoy queremos invitarte a que leas este artículo y veas que en este mundo muchas veces nos engañamos sin querer. En muchas ocasiones creemos que estamos haciendo bien cuando en realidad nos han engañado muchos años. No estás sola y hoy te queremos ayudar. Esperamos que este artículo te ayude y te enseñe información importante que necesitas saber.

Cada día nos convencemos más del efecto del azúcar procesado en nuestro cuerpo. Su consumo en exceso no sólo es uno de los principales causantes de enfermedades como resistencia a la insulina, obesidad, diabetes tipo 2, cáncer, depresión y enfermedades cardiacas sino que muchas personas sin darse cuenta han desarrollado una adicción a este ingrediente que se encuentra escondido en muchos de los alimentos de consumo diario.

Nuestros abuelos comían comida real, llena de nutrientes, vitaminas y minerales, tal como viene de la naturaleza sin químicos, modificaciones ni preservativos. La calidad de los alimentos que tenemos a nuestra disposición ha cambiado radicalmente y eso ha llevado a un crecimiento descontrolado de las enfermedades. El mundo actual no se parece en nada a lo que vivieron nuestros antepasados, estamos rodeados de azúcar por todos lados: desde la barra de granola “saludable”, el yogurt con 0% grasa, los cereales del desayuno y hasta la salsa de tomate se encuentran cargados de este ingrediente.

Para demostrar nuestro punto basta con revisar a los niños, cuando le damos un dulce o una soda a un niño queda completamente enganchado al dulce, siempre lo busca. Que mejor ejemplo que ir a una fiesta de niños y ver cómo su actitud cambia, como reaccionan ante la piñata o cuando llega el momento de comerse la torta, o la hiperactividad que les genera la cantidad de azúcar que consumen en esas horas, hasta parecen un poco descontrolados.

No sólo lo vemos con los niños, por ejemplo, ¿cuántas veces no nos encontramos con personas que dicen: “no puedo vivir sin mi pastillita de chocolate”? o alguna vez te ha pasado que abres una caja galleta para comerte sólo una y sin darte cuenta te las terminaste todas.

Aunque a simple vista parece que fuera una falta de fuerza de voluntad, la realidad es que los productos procesados, altos en azúcar, grasa y/o sal son biológicamente adictivos porque estimulan la liberación de los opiáceos que se producen en el organismo, mientras que los alimentos que vienen de la naturaleza en su forma natural no lo son. Por tal motivo, cuando nos comemos una ensalada claramente podemos parar de comer porque estamos llenos mientras que cuando nos comemos un pedazo de torta podemos seguir y seguir.

Nadie quiere volverse adicto a la comida, estos comportamientos surgen de los centros neuroquímicos de recompensa del cerebro, los cuales interfieren con la capacidad de controlar el apetito y anulan la fuerza de voluntad.

Por eso es tan difícil bajar de peso o mejorar la alimentación así se esté al borde de una enfermedad que pone en peligro la vida, porque muchas de las comidas procesadas, que la industria de los alimentos dice que son “seguras”, en realidad son adictivas, estamos biológicamente programados para desear y comer estos alimentos nocivos descontroladamente.

El azúcar va directo al torrente sanguíneo, llega al cerebro y estimula los centros del placer y recompensa a través del neurotransmisor dopamina de la misma manera que lo hace cualquier otra droga adictiva. Imágenes capturadas de una PET cerebral muestran que el azúcar afecta de la misma manera al cerebro que la heroína, el opio o la morfina; y que las personas con obesidad, al igual que los drogadictos, tienen menos cantidad de receptores de dopamina haciéndolos más propensos a desear alimentos que suban los niveles de este neurotransmisor.

Adicionalmente, los seres humanos desarrollamos una resistencia al azúcar, y necesitamos cada vez más cantidad para quedar satisfechos, de la misma manera que un adicto al alcohol o la heroína. Al igual que con otras drogas, dejar de consumir azúcar genera síndrome de abstinencia mientras el cuerpo se desintoxica de la substancia.

Muchas personas creen estar seguros de que comen muy poca azúcar y no se dan cuenta de que este ingrediente está escondido en muchas de sus comidas. Cuando somos cuidadosos de mirar los ingredientes y contar los gramos de azúcar que consumimos nos sorprendemos de la cantidad de azúcar que podemos llegar a consumir sin darnos cuenta. Productos como enlatados salados, salsas, barras de cereal, yogurts, y jugos “naturales” están cargados de gramos de azúcar que sin querer nos van introduciendo en el mundo de las adicciones ocultas. Además, debemos tener en cuidado no sólo con el azúcar que se encuentra en los postres, helados, pastelería, chocolates y demás productos que es claro que contienen este ingrediente, sino el azúcar escondido bajo múltiples nombres como agave, maple, melaza, jarabe de caña, entre otros y el que proviene de los productos que se convierten en azúcar en la sangre como los alimentos procesados y las harinas refinadas.

Para estar claros, es la fructosa la que nos hace adictos, no el azúcar per se. La fructosa nos hace mal ya que las moléculas de la fructosa no nos llenan nunca como otras moléculas de comida. Adicionalmente, la fructosa, inmediatamente llega a nuestro organismo se convierte en grasa. Al comer fructosa, la mayoría se va directo al hígado y no se divide en glucosa sino se queda como grasa en el cuerpo (esa pancita que no puedes bajar).

La fructosa nos enferma ya que inhibe el sistema inmune, interfiriendo con la capacidad del cuerpo para combatir enfermedades y virus; puede perjudicar la fertilidad; agiliza el proceso de envejecimiento; está relacionada con enfermedades como cáncer de seno, páncreas, próstata, y estómago entre otros; y altamente relacionada con enfermedades como demencia, ansiedad, hiperactividad y pérdida de concentración.

Investigaciones demuestran todos los días que el consumo de azúcar causa un hígado graso que genera una resistencia a la insulina, precursor de problemas cardíacos, diabetes y cáncer.

El azúcar al parecer, nos llena de alegría y energía por un instante, para luego tener un bajonazo acompañado de culpa y ansiedad. A medida que dejamos de consumir azúcar aumentan los niveles de energía; bajan los niveles de ansiedad por comer dulces y alimentos procesados; logramos una mejor definición del cuerpo; y vemos una reducción en la inflamación y la predisposición a desarrollar hongos e infecciones.

Normalmente, las personas deberían consumir entre 30 y 40 gramos de azúcar al día provenientes de fuentes naturales como frutas y verduras que tienen un efecto completamente diferente al azúcar procesada y el jarabe de maíz de alta fructosa que se encuentra escondido en los productos industriales. Si el objetivo es reducir el porcentaje de grasa corporal el consumo deberías ser máximo de 15 a 25 gramos diarios. ¿Qué significa esto? ½ taza da frutos rojos, 1 cucharada de mantequilla de maní y el resto que está en todos los productos que consumes normalmente.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Debemos comenzar por incorporar comida de verdad, los alimentos naturales, de alta densidad nutricional, frescos, sin procesar y cocinados por nosotros mismos son la mejor medicina que le podemos dar a nuestro cuerpo para prevenir, tratar y curar enfermedades. Consumir la menor cantidad de azúcar posible para darle al cuerpo un respiro, limpiar nuestra alimentación de alimentos procesados e inflamatorios para que sea más fácil que el cuerpo logre una óptima desintoxicación y tener un plan de alimentación que nos ayude a lidiar con los posibles síntomas que podamos experimentar al pasar por este proceso. De esta manera podemos lograr que el cuerpo se adapte a una vida con un consumo moderado de azúcar en su forma natural y podamos disfrutar de la salud que este cambio le traerá a nuestras vidas.

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